Cuídate de mí amor mío/ cuídate de la silenciosa en el desierto/ de la viajera con el vaso vacío/ y de la sombra de su sombra. (Árbol de Diana)
Yo estaba desnuda y (…) arrastraba mi cadáver también desnudo.
..........La cosificación, por supuesto, refuerza la distancia entre el yo del hablante y su propia “naturaleza muerta”- excepcionalmente reunidos en un “nosotros” en el momento de la aniquilación:
Y lejos en la negra arena, yace una niña densa de música ancestral (…) La yacente anida en mí con su máscara de lobo. La que no pudo más e imploró llamas y ardimos. (EPL)
..........La muñeca es un alter-ego privilegiado. Icono desvalorizado del yo, “resto o harapo del mundo inocente de la niñez” (Piña 1991: 77), pero también potencialmente siniestro (“dolls, tiny female figures that can be so easily broken and torn apart, but which are also sinister, beacause in their silence there is a sense of knowledge”, Bassnett 1990:42), es a veces una muñeca completa, inclusive dotada de vida, o, en su reducción máxima, una figura dibujada.
La muerte bostezó. La muñeca abrió los ojos. // -Qué bida!- dijo la muñeca, que aún no sabía hablar sin faltas de ortografía.
Muñequita de papel, yo la recorté en papel celeste, verde, rojo (…) un dibujo que representa una pequeña casa (…) allí ha de poder vivir la muñequita de papel.
Florinda F. Goldberg
Alejandra Pizarnik: “Este espacio que somos”
Ediciones Hispamérica (1994)