Alejandra Pizarnik: Una Voz

28 de enero de 2010

La Valija de la discordia- Juan Jacobo Bajarlía.

.


..........Corría el mes de noviembre de 1955. Las sombras jugaban en la calle contra las luces de las vidrieras, y los hombres pasaban silenciosos rumbo a as estaciones. Yo estaba en el Montecarlo de Marcelo T. de Alvear, corrigiendo mi versión de La lección, de Ionesco, cuando de pronto vi llegar, angustiada, respirando con dificultad, a Alejandra. Venía con una pequeña valija y vestía como en el día del estreno de La Esfinge.

.
..........Se sentó estrepitosamente a mi lado, y abrió la valija para que yo verificara el contenido. Había un par de prendas íntimas, una falda, tres pañuelos, tres “La tierra más ajena”, algunos borradores y papeles en blanco.
.

.
.
..........No entendí nada, la miré un instante y ella respondió con una mueca. O al menos, con una sonrisa más parecida a una arruga que otra cosa.


Quiero casarme”, dijo con voz un tanto ronca, como si estuviera representando una escena.
.


.........Tampoco entendí. Advertí que la nerviosidad de Alejandra y su mala respiración, consecuencia, en ese instante del asma, le impedían expresarse con fluidez.
Traté de calmarla, y volviendo al tema de la valija, me explicó que se había ido de la casa tras una discusión violenta con la madre.


Nos dijimos de todo”.


.


...........Agregó las terribles palabras que se habían intercambiado: mala hija, mujer de la calle, la culpa es mía. Entonces tuve clara la situación. Alejandra intuyó lo que yo pensaba. No me dejó hablar.


“la vieja ya me había dicho en otra ocasión que me casara con vos”.


.
..........La miré en silencio.
Su voz monótona repitió las primeras palabras.



quiero casarme mañana mismo. No aguanto mas”
.
..........Como no le contestaba, dijo que dormiría todos los días en el Estudio. Esa sería su nueva casa.
...........La dejé hablar un instante. Alejandra, exaltada, monologueaba. Cambiaba de tono y se interrogaba a sí misma. Hubiera hecho el monólogo de Hamlet con mayor eficacia que Lawrence Oliver. Cuando ella tuvo conciencia de su “fuera de sí”, esperó ansiosa mis palabras. Me miraba como si estuviera en un patíbulo.

.
..........
Le pregunté si había enloquecido y si una pelea con la madre era motivo suficiente para una decisión tan fulminante. Insistió en que quería casarse. Y el verbo era éste. Casarse porque sí y contra todo. “Su vida era de ella”, y “su cuerpo era el suyo”, el de ella. Ella por lo tanto, era la “dueña de decidir”. Nadie podría interferir en sus decisiones. Ni su madre, ni su padre, ni el infierno.

.
..........
Su lógica chocaba contra mi asombro. Yo estaba en ese momento, como enfrentado conmigo mismo, o como quien está arrinconado en el ring y trata de eludir los golpes. Mi adversario era impredecible.
.
Fragmento de "Alejandra Pizarnik, Anatomía de un recuerdo" de Juan Jacobo Bajarlía Ed. Almagesto-