Buma, Flora, Blímele, Alejandra, Sasha: cinco nombres para un mismo desamparo.
Buma para la madre y el padre, el íntimo círculo de amigas del colegio, el mundo de la infancia y la primera adolescencia.
Flora en la Escuela Normal Mixta de Avellaneda, donde se atrevía a preguntar y a discutirles a los profesores, liera e inteligente, alumna de 8, a veces 9, porque importaba más leer e inventarse, en el pequeño cuarto propio, un París admirado en los libros, que matarse estudiando para sacarse 10.
Bímele para los maestros de la Zalman Reizien Schule, donde hombres y mujeres formados en Europa y librepensadores le enseñaba a un pequeño grupo de hijos de inmigrantes de Europa oriental a leer y a escribir en iddish, a conocer la historia del pueblo judío, a venerar las festividades de su relgión.
Alejandra al llegar la adolescencia, como contraseña para asumir la propia vocacion, como máscara de fuego con la cual enfrentar la fiesta y el horror de la poesía.
Sasha al final, como el nombre más secreto, con resonancias de leyenda rusa y de joyeros del Zar, de antepasados en el bosque helado de la Ucrania paterna, como último disfraz del desamor.
Buma, Flora, Blímele, Alejandra, Sasha: cinco nombres para un indéntico destino puntual.
("Alejandra Pizarnik. Una Biografía" - Cristina Piña)
1 comentario:
Me encantan tus posts, cuanto que ignoraba, me gusta mucho y es cierto las casualidades no existen por algo la Princesa Sangrienta que preparé antes que llegaras te estuvo esperando hasta ahora.
Besos hermosa
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